top of page
franja.png
fa46b7c8-ce61-4465-ba45-fe6ef1cfd692.jpeg
  • Ángel Hernández y Julie Pichavant se encuentran en Toulouse, Francia, para llevar a cabo una sesión de escritura continua, teniendo como sede la estación de radio independiente Canal Sud.

  • La sesión se dedica a la resistencia del pueblo palestino y está conformada por periodos de tiempo que culminan con la lectura de los textos escritos en el programa Les petits papiers. 


 

  • Facebook
  • Twitter
  • YouTube
  • Instagram

La tarde del 5 de junio, me reuní con Julie en Toulouse, para trabajar en una sesión de escritura que originalmente pretendía ser una huelga de hambre. Esta idea inicial, vino a consecuencia de generar una protesta por el genocidio palestino, recurriendo a la figura de este acto político, que ha atravesado el tiempo dentro de la lucha social en el mundo. La intención, era iniciar la huelga en Marsella, escribiendo de manera continua, hasta que esto, por las condiciones planteadas, llegara a ser posible. Sin embargo, unos días después la intención cambió.  Julie me comunicó que tenía que mantener un régimen de cuidados para recuperarse de un problema respiratorio importante, por lo que esta idea, podía entrar en detrimento de su salud. De ese modo, pensamos que, lo más conveniente, era cambiar el formato, a una jornada nocturna, donde, correspondiendo al espíritu de la primer propuesta, escribiéramos sin detenernos hasta llegar el amanecer. Cosa que también nos pareció simbólica.  

 

Así, la propuesta fue llevar a cabo esta jornada en Canal Sud, una estación de radio independiente, icónica en Francia, desde la noche del 5 a la mañana del 6 de junio, mediante un programa que fue formulándose del siguiente modo: Julie daría una premisa entendida como palabra, oración o frase que serviría como detonador para el primer bloque de escritura con duración exacta de una hora. Luego de ese primer bloque, se leerían los escritos resultantes y posteriormente, tomaría yo otra premisa para el segundo bloque y así, sucesivamente.

Las escrituras fueron tomando rumbos distintos por la privación del sueño durante la noche, extendiéndose hasta llegar al amanecer. Al día siguiente, fuimos invitados a la transmisión del programa Les petits papiers, donde narramos la experiencia y dimos lectura a algunos de los textos escritos. Lo que compartimos aquí, es un extracto conjunto, de lo que en esa noche resultó, y de lo que una experiencia de escritura, puede abrir como campo de enunciación, desde la palabra, dedicada a la resistencia de un pueblo.  

Hay zonas que no son necesariamente oscuras en el corazón de los combatientes

Ángel Hernández y Julie Pichavant.

Avanzo con la noche a cuestas y

desvelo el misterio de las piedras que aquí se presentan:

 

Pertenecían a una aldea vecina.

Llegaron prendidas a las ruedas de una tanqueta militar.

Son ligeras.

 

Narran la experiencia de la pérdida y el encuentro.

 

Recuerdo a una mujer que regaba piedras

para que de ellas volviera a nacer su casa.

 

El hogar es una criatura que participa de dos realidades:

Es origen y destino. Es el cuerpo del encuentro.

 

La madre que llora al hijo hace crecer el árbol que dará sombra.

El hogar es el cuerpo de la sombra.

Es la madre, es el hijo que llora por el árbol sin sombra, porque lo han talado.

Es el sitio de las cigarras.

 

¿Qué revela hoy el canto de las cigarras?

¿Qué crisis civilizatoria?

Estamos colapsando ciegos - sordos

 

Est ce que les cigales arrêtent de chanter lorsque tombe une bombe?

Est ce que tu continueras de chanter des berceuses? Des chansons douces?

Embrasser tes enfants avant de dormir pour qu’ils ne fassent pas de cauchemars?

 

Continuer d’écouter le chant des Sirènes. Celui des Alertes - des bombes.

Dans le désert Proche des oliviers.

L’homme. Corps torsadé. Vieil Homme. Dont les larmes inondent le désert.

Creuse des sillons.

Des torrents de larmes.

Se souviens as t’il un jour écouté les cigales. Sans crainte. Que leur chant ne soit

recouvert par l’Hymne impérialiste. Celui qui distribue des bombes.

 

Los que han llegado esta noche al pueblo se reúnen en silencio

después del último bombardeo. Remueven los escombros.

Hacen volver a la superficie objetos que podrían parecer sencillos:

Una mesa, un tapete y dos sillas.

 

¿Qué habrá quedado debajo?

Detrás de la segunda capa de tierra.

Otras ciudades, otros amaneceres, otros sacrificios en la historia.

Un manto que abriga, y aloja tiempos para nuestros ojos sorprendidos que nunca llegaremos a ver.

 

El llanto será subvertido en consuelo y el consuelo en bálsamo

para las manos cansadas de remover la tierra.

El llanto, será la gota de lluvia y el tallo que sostiene

el pétalo de la flor.

 

¿Las cigarras dejan de cantar cuando cae una bomba sobre las flores?

 

Desde esta posición continué escuchando el canto de las sirenas.

El canto de las alertas: bombas.

En el desierto. Cerca de los olivos.

El hombre. Cuerpo torcido. Hombre viejo. Cuyas lágrimas inundan el desierto.

Cavar surcos. Torrentes de lágrimas.

 

¿Recuerdas haber escuchado las cigarras algún día?

Sin miedo.

Que su canción no sea cubierta por el himno que reparte bombas.

Que las piedras no sean entendidas como absolución.

 

-¿Qué cuentan las piedras hija?

-Cuentan de las casas que fueron. Hablan de nuestra lucha y nuestro destierro.

Hablan de otras manos que las sostuvieron y de otras que las lanzaron luego.

 

(La niña es rebelde.

Se le ve enmascarada y se junta con otros niños a leer los libros de la intifada.

La niña quiere una casa, pero la quiere de veras, por eso riega

como su madre, esas piedras.)

 

¿Las cigarras cantan los nombres de los desaparecidos?

Su canción embriagadora. Rugido. Gemido.

¿Qué cubren sus canciones?

La tierra quemada. Los muros extensos.  

Llevo a mi pecho las manos para después inclinarme sobre la sombra de un

hombre sediento.

Construyo con esta sed un río y voy andando en el caudal

hasta reconocerme vivo.

 

Vivo, como vivo me encontraron, como vivo me trajeron

como vivo en esta casa hecha de piedras por donde pasa el río.

 

Un río. Un canto. Escucha.

El canto de las cigarras oculta el crimen. Los crímenes.

A veces dejan de cantar cuando cae un cuerpo.

 

¿Qué cuerpo vale?

No un árabe. No un terrorista.

No un anarquista.

 

Qué decir de un oponente.

No una mujer con velo.

No un pueblo.

 

Acabaron con un pueblo. Mataron al pueblo entero y

ahora la noche es más negra y

dentro de lo negro hay una blancura también que se disipa.

 

Los rehenes se fueron quedando en silencio hasta enmudecer.

Afuera de la mezquita el rayo caía, resucitando al caído que había caído sin rendición.

La nube dice. Escucha.

Poco tiempo después quedarás sin dientes.

Poco tiempo después quedarás sin nubes.

La nube se eleva. Se eleva la nube.

Pero la distancia no es la nube.

La nube blanca que teníamos antes de que fuera negra.

La nube blanca y la nube negra se encuentran.

Escuchen.

Ahora llorarán piedras. Ahora llorarán reptiles.

Ahora llorarán sus propios cuerpos.

Dentro de la esfera perfecta. La que dicta el infortunio no como conmiseración, sino como condición inherente a la barbarie.

 

¿Qué quiero decir?

Que hay zonas que no son necesariamente oscuras en el corazón

de los combatientes.

Que de pronto se desprende la luz, pero la luz es escasa hasta en los muros donde se instala la ciudad negra de Jerusalén.

Casa tomada del ejército de los pueblos libres que es libre de exterminar

y sigue cantando las sirenas al anciano cerca de su olivo.

 

Nunca escuché el canto de las cigarras sin tener miedo de lo que esconde.

Las sirenas nunca suspenden su canto cuando cae un cuerpo. Nunca.

Cavan tumbas. Cavan la tierra.

Luego el canto se convierte en silencio absoluto.

 

Arma de desempoderamiento masivo.

Los sionistas, escuchan las sirenas, sin escuchar.

Con voces apagadas, lamentándose en el muro propio de su propia maldición, piden, desnudos, un momento de olvido,

mientras son atados de los pies.

 

Nuestra capacidad no mejoró. Dicen temblando.

Con el fantasma que recorre el campo de tres mil infanticidios.

Somos gobiernos castrados, dicen, dentro del baño de nafta,

tratando de asearnos el culo.

Somos gobiernos desalmados e infames. Dicen.

Asesinos, criminales y genocidas. Aceptamos la absolución de

la historia por el exterminio sistemático de un pueblo.

Somos presos de nuestro propio holocausto e impartimos la misma norma. Dicen. 

Un régimen que será aborrecido en el mundo.

Un régimen condenado y condenable donde una serpiente negra

se pasea dentro del cráneo vacío de la compasión y el sufrimiento.

El néctar que nos vuelve cada vez más crueles en esta crueldad inusitada, y cada vez más bestias en esta bestialidad procurada.

 

Mírame:

¿Puedes seguir caminando?

 

¿Bailando en la mesa?

Dar nacimiento a una horda de cigarras que caen como bombas.

Sirenas y cigarras.

En tus manos tienes mi línea de vida

Puede ser que mi línea de vida depende de tu línea de muerte.

¿Vas a preguntar mi nombre antes de darme tu mano para…?

 

-Romperme.

-Pegarme.

-Descuartizarme.

-Besarme.

-Violarme.

-Acariciarme.

-Bailarme.

-Penetrarme.

-Humillarme.

 

Dame tu mano para leer mi línea de vida y yo leer tu línea de muerte.

Mantenla un poco más fuerte. Más fuerte dije.

Con mis manos estrangúlame más fuerte.

Las manos están gritando. Son un aullido.

Hay manos en las ruinas.

Cerca y lejos de cualquier reducto de piedad.

La condena derivará en condena.

La noche en noche y los cuerpos multiplicarán su estallido.

 

Hay zonas que no son necesariamente oscuras en el corazón

de los combatientes. Que carecen de color, por no poder explicarse.

Por no saber cómo narrarse, por no merecer ningún color.

El llanto será subvertido en consuelo y
el consuelo en bálsamo

para las manos cansadas de remover la tierra.

El llanto, será la gota de lluvia y el tallo

que sostiene el pétalo de la flor.

bottom of page